Francis Bacon
Francis Bacon (1909-1992).
Tres figuras en una habitación, 1964.
Óleo sobre lienzo.
Cada panel 198 x 147,5 cm.
Centre Georges Pompidou, París.
Uno de los movimientos que implicaron una vuelta a la figuración con la crisis del Informalismo, tuvo su origen en la llamada Escuela de Londres. Ahí, un grupo de artistas de diferentes tendencias —Bacon, Freud, Kitaj o Kossoff—, mostraron interés por la figura humana. Su figuración no renegó del todo de lo abstracto, pero sí lo hizo de la figuración académica, a la vez que se jugó con la deformación y el expresionismo del color.
Con el uso de los hallazgos técnicos del Informalismo, los artistas de la Nueva Figuración reconstruyeron el mundo objetual desde la subjetividad, a través de un simbolismo extraído de la vida real y personal. Estos artistas, rotos por la guerra, tendieron a formas orgánicas, figuras monstruosas, atormentadas y deformadas. La figura humana por lo general la presentaban aislada, en composiciones caóticas y desordenadas, donde la sensación de angustia y soledad se acompañan de un acentuado cromatismo.
Todas estas característica podemos apreciarlas en la obra de Francis Bacon, principal representante de la Escuela de Londres. Su extensa, expresiva e impactante obra, estuvo a la par de su experiencia vital. En Tres figuras en una habitación, Bacon recuperó la tipología del tríptico, en la que incursionó por primera vez en Tres estudios para figuras al pie de una crucifixión (1944, Tate Gallery, Londres), y que habría usado de nuevo en 1953 en sus Tres estudios de cabeza humana (Colección privada). A partir de Tres figuras en una habitación, sus trípticos adquirieron dimensiones monumentales. En ellos el pintor creó un universo pictórico completamente envolvente, con el cual conseguía «absorber en la pintura todo el espacio de lo visible»[1].
Esto supuso una innovación en la poética de Bacon, la cual se convirtió en una constante en su obra. Bacon nos muestra una realidad desgarrada, con personajes que viven en la inquietud, la prisión y la angustia, y cuyas metamorfosis kafkianas no dejan de sobrecogernos. Era «la náusea» ocasionada por la Segunda Guerra Mundial, en un mundo donde los personajes reflejan la lucha del ser humano con su entorno.
Después de la crisis de la abstracción, el arte figurativo comenzó a revalorarse. No es que la figuración hubiera desparecido durante el boom informalista, tenemos a Balthus, por ejemplo, o a artistas que bucearon entre las dos corrientes, como Klee, Dubuffet o De Kooning. Es decir, que figuración y abstracción nunca dejaron de estar presentes en el arte del siglo XX, pero en determinados momentos predominó una sobre otra.
© María Artigas, 2022.
Notas [1] Ficacci, Luigi: Bacon. Colonia, Taschen, 2003. p. 58.
Bibliografía
ÁLVAREZ LOPERA, J.: Maestros Modernos del Museo Thyssen-Bornemisza. Barcelona, Lunwerg Editores, 1992.
ANTIGÜEDAD DEL CASTILLO-OLIVARES, M. D.; NIETO ALCAIDE, V. y TUSELL GARCÍA, G.: El siglo XX: la vanguardia fragmentada. Madrid, Editorial Ramón Areces, UNED, 2021.
BLOK, P.: Historia del arte abstracto (1900-1960). Madrid, Cátedra, 1982.
CIRLOT, L.: Las claves de las vanguardias artísticas del siglo XX. Barcelona, Editorial Ariel, 1988.
DE MICHELI, M.: Las vanguardias artísticas del siglo XX. Madrid, Alianza Editorial, 1966.
FICACCI, L.: Bacon. Colonia, Taschen, 2003. p. 58.
MORENO, A.: 1914, la vanguardia y la guerra. Museo Thyssen-Bornemisza, 2018.
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