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Foto del escritorMaría Artigas Albarelli

Cuadrado blanco sobre fondo blanco

Kazimir Malévich


SUPREMATISMO

KAZIMIR MALÉVICH (1891-1976)

Cuadrado blanco sobre fondo blanco, 1918. Óleo sobre lienzo, 79.4 x 79.4 cm.

MOMA, Nueva York.



Entonces, una botella de leche ¿es el símbolo de la leche?.

Malévich.

 

Cuadrado blanco sobre fondo blanco[1] fue el resultado de un proceso en el que pintura y pensamiento se unieron en la búsqueda de una «nueva realidad». Malévich dejó reflejadas sus ideas tanto en sus escritos como en su obra. Al igual que la mayoría de las vanguardias de su tiempo, el Suprematismo de Malévich pretendía liberarse del arte tradicional. Para él, la pintura naturalista se repetía una y otra vez; ésta tan sólo mostraba lo visible sin crear «formas nuevas», ya que para el pintor había una gran diferencia entre el arte de repetir y el arte de crear.


Crear quiere decir vivir, producir perpetuamente cosas nuevas. Y por más que repartamos los muebles [objetos] en las composiciones, no agrandaremos ni crearemos por ello formas nuevas. Y por más que un pintor reproduzca paisajes lunares o vacas que pastan y pequeños atardeceres, seguirán siendo las mismas vaquitas y los mismos pequeños atardeceres (Malévich, 2021, 32).


Es decir, que para Malévich el pintor solo podría ser creador cuando dejara de copiar a la naturaleza, que para él debía estar desvinculada de la finalidad del arte. Decía que la naturaleza era «un cuadro vivo que se podía admirar» pero que la misión del artista era crear un «nuevo realismo». Esto sería posible cuando «habituemos a la conciencia a ver todo en la naturaleza no como objetos y formas reales, sino como un material de la masa del que hay que extraer formas que no tienen nada en común con la naturaleza» (Malévich, 2021, 42). Por ello, al no estar el Suprematismo sujeto a lo natural, debía construir sus formas a partir de la «nada», formas que serían encontradas, dice Malévich: «por la Razón Intuitiva», más allá del mundo físico. Esto posicionaba al pintor en un punto «cero», completamente mental, desde el cual partía: «Yo me he transfigurado en el cero de las formas y he ido más allá del cero hacia la creación, es decir, hacia el Suprematismo, hacia el nuevo realismo pictórico, hacia la creación no figurativa» (Malévich, 2021, 61).


Pero así como Malévich hablaba de una realidad no objetiva, hablaba también de la sensación no objetiva del espíritu que lo «llena todo». Es decir, que a la «nueva realidad» le correspondía también una nueva forma de sentimiento. Cuenta el pintor en El Suprematismo, que cuando en 1913 expuso su Cuadrado negro sobre fondo blanco[2], los críticos dijeron:


«todo lo que amamos ha desaparecido ... estamos ante un “desierto”».

Lejos de amedrentarse, Malévich les dio la razón, pues para él «el dichoso sentimiento de la no objetividad liberadora», lo había acercado más al desierto «donde nada es real excepto el sentimiento», y este sentimiento era la fuente de la creación que llegaba a la «sustancia de la vida» (En González García, Serraller, y Marchán Fiz, 1979, 367). Precisamente esa sustancia de la vida es lo que Malévich pretendía reflejar en sus cuadros. Blanco sobre blanco representaba la primera sustancia, a partir de la cual surgían todas las demás, pero fue también el punto final del recorrido hacia la abstracción absoluta[3]: principio y fin. En El mundo no-objetivo de 1920, Malévich comenta:


Hoy el público sigue convencido de que el arte está condenado a desparecer si abandona la imitación de la «tiernamente amada realidad», y así, ve con desánimo que el odiado elemento del sentimiento puro —la abstracción— avanza cada vez más. El arte ya no se preocupa de servir ni al Estado ni a la Religión, ni busca tampoco ilustrar la historia de las costumbres; ya no quiere tener nada que ver con el objeto como tal, y sabe que puede existir en sí y para sí, sin las «cosas». ... Pero la naturaleza y el significado de la creación artística continúan sin ser correctamente comprendidos ... porque el sentimiento, después de todo, es siempre y en todas partes la única fuente de la creación» (En Chipp, 2021, 368).


Para Malévich el cuadrado era la forma geométrica elemental, suprema. Sus tres cuadrados suprematistas y sus colores —negro, blanco y rojo— tenían una función precisa en la construcción de su mundo. Los dos primeros colores servían como energías que «desvelaban formas»; el cuadrado blanco era, además, el principio de esa construcción, ya que llevaba al «mundo blanco», a la «nada», a ese lugar desde el cual comenzaba toda creación.


© María Artigas 2024.


 

Notas:

[1] En el MOMA la titulan Blanco sobre blanco.

[2] El Cuadrado negro sobre fondo blanco fue para Malevich «la primera forma en que llegó a ser expresado el sentimiento no objetivo. Cuadrado = sentimiento; fondo blanco = el vacío más allá de ese sentimiento» (Malévich, en Chipp, 2021, 369).

[3] Aunque Malévich partió del cuadrado en el desarrollo del Suprematismo, no se quedó en él. Su Cuadrado negro sobre fondo blanco fue expuesto en 1915, pero progresivamente sus pinturas se fueron haciendo más elaboradas, introduciendo otros colores además del negro, rojo, gris y blanco, así como formas y líneas curvas. En 1918 volvió al Suprematismo más radical con Cuadrado blanco sobre fondo blanco.

 

Bibliografía

CHIPP, H. B. (2021). Teorías del arte contemporáneo: fuentes artísticas y opiniones críticas. Madrid: Akal.

GONZÁLEZ GARCÍA, A., CALVO SERRALLER, F. y MARCHÁN FIZ, S. (1979). Escritos de arte de vanguardia 1900/1995. Madrid: Itsmo.

DE MICHELI, M. (1979). Las vanguardias artísticas del siglo XX. Madrid: Alianza Forma.

ANTIGÜEDAD, M. A., NIETO, V. y TUSELL, G. (2016). El siglo XX: la vanguardia fragmentada. Madrid: Editorial Universidad Ramón Areces.

MALÉVICH, K. (2001). Del Cubismo y Futurismo al Suprematismo. El nuevo realismo pictórico, 1915. Suprematismo. 2ª. edición, Madrid: Casimiro.

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