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Foto del escritorMaría Artigas Albarelli

Una estela para la eternidad

La estela de Irtisen, Reino Medio 2033-1982 a. C.

Estela de Irtisen (fragmento), Reino Medio, ca. 2030-2000 a. C. © Museo del Louvre, París.

Yo conozco los secretos de las palabras divinas [jeroglíficos], el procedimiento del ritual de ofrendas. Yo he adquirido el dominio de un maestro en todas las fórmulas mágicas, no hay nada que se me pueda escapar. Yo soy un artista excelente en su arte, que ha llegado a ser el primero en su conocimiento.

Yo conozco las proporciones de los líquidos, el peso correcto. Eliminar y hacer entrar lo que sobresale [los pigmentos].

Yo conozco la pose de una estatua de un hombre y de una estatua de mujer, la postura de diez pájaros, la postura de un prisionero, la mirada de miedo de los compañeros por las víctimas del sacrificio, las proporciones del cuerpo de un hipopótamo, la pose para correr.

Yo sé cómo hacer los pigmentos de las incrustaciones, sin dejar que el fuego las queme, ni el agua las borre.

Nadie tendrá este conocimiento salvo mi hijo mayor, habiéndole ordenado el dios que sea mi aprendiz, yo he notado su habilidad para supervisar las obras hechas de plata y oro y de marfil y ébano.



El texto pertenece a la estela funeraria de Irtisen, supervisor de artesanos en el antiguo Egipto. Fue encontrada en 1820, en Abidos, un importante centro ceremonial del país. Se conserva en el Museo del Louvre de París. Fue realizada en la XI Dinastía, en los últimos años del reinado de Nebhepetre Mentuhotep II (ca. 2030-2000 a. C.). Su finalidad era que los jeroglíficos —e imágenes—, operasen mágicamente en el mundo de los dioses a favor del difunto.


Mentuhotep II reunificó el país después de una época crítica, dando lugar al Reino Medio, en el que los cambios religiosos, económicos y sociales se vieron reflejados en el arte funerario. A partir de este periodo, el uso de estelas ya no fue exclusivo de reyes y gobernantes, sino que gozó de una creciente popularidad. El cambio más significativo que propició la proliferación de estas estelas funerarias fue el culto a Osiris; él era a quien se dirigían los jeroglíficos, cuyo propósito enumeraban las virtudes que el difunto tuvo en vida, indispensables para alcanzar la inmortalidad en el otro mundo.


Si la palabra por sí misma tenía para los egipcios poderes mágicos, al escribirla estos poderes se engrandecían.

Así que no es de extrañar que en un enfoque auto adulatorio, propio de este tipo de estelas, Irtisen ostentase, en primer lugar, su condición de escriba, actividad considerada de gran prestigio en el antiguo Egipto. Por eso nos dice que adquirió el «dominio en todas las fórmulas mágicas» y que llegó a ser «el primero en su conocimiento». Además de sus poderes mágicos, una palabra podía escribirse de 36 maneras diferentes: podía alargarse multiplicando los signos o reducirse a unos cuantos, era un sistema flexible que permitía mejorar el aspecto visual del texto dependiendo del espacio, lo que implicaba una gran destreza.



A continuación, el maestro presume de su conocimiento en la preparación de pigmentos. Además de los naturales, había pigmentos que se preparaban de manera sintética, como el «azul egipcio», conseguido con una mezcla de sílice, rocas calcáreas y cobre, o el «verde egipcio», realizado también con cobre, pero con una base alcalina en vez de cálcica. Por otro lado, el conocimiento de la producción de colores y esmaltes era considerado una especie de alquimia que posibilitaba la imitación de piedras divinas (como el lapislázuli) con pastas vítreas, utilizadas en incrustaciones en esculturas y otros objetos. En ambos casos, las preparaciones se sometían al calor para conseguirlas.


Tras evocar principios de los cánones artísticos sobre la representación humana en la escultura, describe la iconografía propia de las tumbas reales.


Irtisen era consciente de la trascendencia de sus conocimientos, por lo que debían ser muy bien guardados. Tan solo unos pocos «iniciados» podían acceder a ellos. De ahí el privilegio de que su hijo pudiera heredar el mágico oficio, donde se trabajaba con materiales propios de los dioses, como eran el oro y la plata.


Los mismos dioses tenían los huesos de plata y la carne de oro. Eran materiales reservados para la realeza.

Podemos afirmar sin duda alguna, que nos encontramos ante un gran maestro al servicio de Mentuhotep II. Gracias a su saber, la magia de Irtisen haría su efecto: el faraón alcanzaría la eternidad. Por eso la importancia decisiva de grabar sus méritos en la estela, la cual serviría para que él también viviera eternamente. Y bien que lo consiguió: cuatro milenios más tarde, su estela sigue hablando. No seremos Osiris, pero hemos recibido su mensaje.



© Maria Artigas, 2020.


 

Bibliografía


MARTINEZ, C., GÓMEZ, C. y VIVAS, I. Arte de las grandes civilizaciones antiguas: Egipto y Próximo Oriente. Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces.


OPPENHEIM, A., y otros. Ancient Egypt Transformed. The Middle Kingdom. New York: The Metropolitan Museum of Art.


PFLÜGER, K. The Private Funerary Stelae of the Middle Kingdom and Their Importance for the Study of Ancient Egyptian History. Journal of the American Oriental Society, Vol. 67, No. 2. American Oriental Society, 1947, pp. 127-135. https://www.jstor.org/stable/595309


SERRANO, J. M. Textos para la historia antigua de Egipto. Madrid: Ediciones Cátedra, 1993.



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